Ana Hardisson, la mirada feminista de la vejez
La veterana escritora es autora del libro ‘Esplendorosas y, sin embargo, viejas’
Ana Hardisson, filósofa, profesora, escritora y activista lleva por bandera la defensa de la mirada feminista hacia la vejez. “Con esa expresión me refiero a no seguir los estereotipos y las etiquetas que dominan en la sociedad y vivir la vejez libre de tópicos preconcebidos. Es decir, debemos vivir la vejez como una etapa de la vida que podemos desarrollar con imaginación, buen humor y espíritu vitalista”, resume la autora sobre la situación de las mujeres al envejecer. Después de casi medio siglo de activismo feminista, la autora condensa sus reflexiones sin dejarse nada en el tintero en el ensayo ‘Esplendorosas y, sin embargo, viejas. Una mirada feminista a la vejez’ (Editorial Círculo rojo, 2022).
Su libro analiza y desmonta estereotipos y tópicos sobre la tercera edad, sobre todo en las mujeres. ¿Qué cosas no son como nos las habían contado?
Pues la verdad es que casi nada es como nos lo habían contado. La vejez estaba rodeada de creencias fatalistas acerca de que se trataba de una etapa triste, sin perspectivas de nada de nuevo. Se consideraba que la vejez era una lacra, una desgracia.
También denuncia la sobrevaloración de la juventud que deriva en un mito: la ‘juvenilitis’. ¿Qué significa ese término exactamente?
El término ‘juvenilitis’ lo encontré en un libro de Germain Greer, y me pareció muy expresivo y muy adecuado para referirnos a la sociedad neoliberal que considera que la única etapa de la vida que tiene interés es la juventud porque es la etapa en que se produce. Se valora más la producción y la capacidad de crear riqueza que el conocimiento y la experiencia.
¿Cree necesaria una reconversión del canon de belleza femenina actual? ¿Cómo afecta a las mujeres a medida que se van haciendo mayores?
Me parece fundamental crear un nuevo canon de belleza para las mujeres viejas. No pueden expresarse los mismos valores estéticos para las mujeres jóvenes y para las mujeres viejas. Con los años salen arrugas, la grasa se acumula en algunas partes del cuerpo, sale la papada, o se adelgaza mucho, salen canas y, en general, se debilitan los músculos. Todo eso sería terrible para el canon de belleza tradicional basado en la juventud. Por eso hay que inventar una nueva forma de entender la belleza de las mujeres viejas. Las arrugas, la papada, o las canas no tienen por qué ser feas. La belleza es un convención y por eso se puede construir una nueva forma de considerar la belleza de las mujeres viejas.
Las mujeres de la industria del cine occidental parecen haber emprendido en los últimos años una batalla contra las productoras que dejan de llamarlas cuando empiezan a cumplir años. ¿Qué opina de este movimiento?
Me parece un movimiento necesario. No es de recibo que se considere a las mujeres sólo por un físico joven. Las actrices tienen muchos valores interpretativos que mejoran con la experiencia.
También se adentra en su ensayo en la vida sexual a cierta edad. ¿Qué mitos y tabúes se pueden desmontar con respecto a este tema en concreto?
La sexualidad en nuestra sociedad ha sido un tabú a cualquier edad, porque nuestra sociedad ha estado muy influida por los valores católicos y una moral puritana. Si nos referimos a la edad mayor, los tabúes y los mitos se multiplican exponencialmente. Que una mujer joven disfrute del sexo se puede considerar inmoral para las creencias católicas. Pero que una mujer vieja disfrute del sexo se considera una barbaridad, una porquería. Es algo que repugna. Sin embargo, la práctica sexual a cualquier edad, también en las personas viejas, es terapéutica. Es muy recomendable porque estimula la circulación sanguínea, regula la tensión arterial, segrega una hormona que contribuye a mejorar la salud.
¿Qué es ‘la razón patriarcal’, concepto que maneja en muchas de sus reflexiones?
La expresión ‘razón patriarcal’ la acuñó la pensadora Celia Amorós en su extraordinario libro ‘Hacia una crítica de la razón patriarcal’, en el que denuncia los falsos argumentos de la sociedad patriarcal para establecer diferencias de roles según el sexo. Las mujeres se asimilan a la naturaleza con los roles de esposa y madre. Y para ello tienen, de forma natural, los valores y las virtudes necesarias: abnegación, entrega, sacrificio, obediencia, pasividad, dependencia, etc. Y todo ello justificado porque los hombres son racionales y las mujeres emocionales. La superación de todos esos mitos ha sido tarea del feminismo.
Usted es activista feminista desde los años 70. ¿Cómo ha cambiado el activismo en la actualidad? ¿Se reconoce en todas las reivindicaciones o se han bifurcado los caminos?
Desde la llegada de la democracia ya no hizo falta salir a la calle con tanta frecuencia porque se fueron consiguiendo muchas reivindicaciones, como el derecho a estudiar cualquier carrera o ejercer cualquier profesión, el derecho al trabajo, aunque no se ha conseguido al cien por cien que el salario de hombres y mujeres sea igualitario. También se suman el derecho al divorcio, el derecho al aborto y a la planificación de la maternidad. Entonces empezó una etapa más reflexiva para estudiar e investigar las causas y las dinámicas de la sociedad patriarcal y machista.
¿Qué queda por hacer a día de hoy?
En el momento actual siguen pendientes muchas reivindicaciones para que la igualdad se extienda a todos los campos de la vida. Todavía sigue pendiente una educación para la igualdad, desde el jardín de infancia hasta la universidad. Es necesaria una educación sentimental igualitaria. Por otra parte, se ha producido un retroceso al considerar que el sexo y el género son lo mismo. El género es el conjunto de atributos que la sociedad patriarcal ha repartido entre hombres y mujeres. Los hombres son fuertes, racionales, activos, independientes… Y las mujeres son débiles, emocionales, pasivas y dependientes. Mientras tanto, el sexo es un dato biológico que no influye en los valores ni en los atributos. En fin, sería largo de explicar.
Publicó en 2011 ‘Hacia una crítica de la imaginación patriarcal’, sobre el amor romántico acuñado por la ideología patriarcal. ¿Se siente en consonancia con la manida afirmación de “¡qué daño ha hecho Disney!”?
En términos generales, sí. Aunque Disney se limita a confirmar lo que toda la cultura patriarcal ya había acuñado. Desde la religión, la literatura, el cine, el arte, la publicidad, las revistas masculinas y femeninas, etc.
¿Hasta dónde llega el verdadero perjuicio que el patriarcado ha ejercido sobre las relaciones afectivas y qué papel ha jugado el movimiento literario romántico?
El perjuicio ha sido enorme tanto para las mujeres como para los hombres, porque en el reparto de papeles a las mujeres les ha tocado el sentimiento y vivir sobre todo para ser amadas, lo cual impide a las mujeres tener una vida propia e independiente y considerar al hombre en pie de igualdad. Pero también a los hombres se les ha privado del sentimiento y de la ternura al atribuirles solamente la capacidad racional. En las novelas de formación del romanticismo alemán el hombre es considerado un sujeto en formación y la mujer es considerada un medio para la formación del hombre. Ella es un soporte, un puente para el paso de la adolescencia a la vida adulta del sujeto masculino.
En esta obra presenta los conceptos del mito del eterno femenino y la religión secularizada del amor. ¿Qué significan exactamente cada uno?
El eterno femenino hace referencia, una vez más, a los valores, atributos y virtudes que las mujeres deben desarrollar para agradar al hombre. Deben ser delicadas, sumisas, coquetas, intuitivas, comprensivas, abnegadas y cariñosas. Al decir que el amor es una religión secularizada, me refiero a que es el verdadero destino de las mujeres, como una misión sagrada. El amor y el deseo de ser amadas está en el centro de la vida de las mujeres, y todo lo demás pasa a un segundo plano. Ni la profesión, ni los posibles méritos intelectuales o profesionales tienen tanta importancia como el amor.
¿Como doctora en filosofía, qué opinión le merece la corriente de feminismo filosófico que nace en el siglo XVII?
Me parece fundamental. En los siglos XVII y XVIII surge el movimiento ilustrado que resalta la igualdad como un valor central para vida social. Esa consideración de la igualdad como una virtud social imprescindible es lo que lleva a las primeras pensadoras feministas, entre ellas Mary Wollstonecraft, a defender la universalización de ese valor que es la igualdad. Y de esa primera obra, titulada ‘Vindicación de los derechos de la mujer’, surge todo el movimiento feminista.
¿Qué pensaban los filósofos griegos de las mujeres? En la Grecia de Platón y Aristóteles ser mujer no era, desde luego, algo deseable. Las mujeres tenían prácticamente el mismo estatus social que los esclavos…
En la Grecia clásica ya existía el patriarcado, y, por lo tanto, los hombres tenían los privilegios de ser sujetos mientras que las mujeres y los esclavos eran considerados objetos al servicio de los hombres libres.
Sobre Ana Hardisson
Ana Hardisson Rumeu, nace en SanTa Cruz de Tenerife. Es licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense (Madrid) y doctora en Filosofía por la Universidad de La Laguna (ULL, Tenerife). Fue profesora en la ULL y profesora (catedrática) de Secundaria hasta 2007, año en que se jubiló. Sus líneas principales de investigación son la ética y el feminismo. Y ha sido, y es, activista feminista desde los años 70.
Ha pertenecido a la Junta Directiva del Ateneo de La Laguna, como presidenta de la Sección de Humanidades durante más de 10 años. Y ha sido vicedirectora de la revista que publica esa institución cultural.
En 2005 recibió el premio de investigación del Instituto Canario de la Mujer.
En 2006 publicó como coeditora, junto a María José Guerra, el libro ‘20 pensadoras del Siglo XX’, un compendio de conferencias bajo el mismo nombre que organizó y coordinó para el Ateneo de La Laguna con motivo de su centenario.
Publicó en 2011 ‘Hacia una crítica de la imaginación patriarcal’, sobre el amor romántico, acuñado por la ideología patriarcal, y el perjuicio que se sigue de él para las mujeres.
Actualmente, está interesada en la reflexión de la situación de las mujeres al envejecer.